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Thomas Cruz, crea humanos con almas salvajes y resguarda una colección de objetos familiares y perso

  • ESD
  • 1 may 2018
  • 5 Min. de lectura

El artista nacido en Galápagos prepara la obra para su siguiente muestra en Londres. Su taller ubicado en La Mariscal resguarda molduras que están siendo talladas con formas de animales y plantas. Su casa alberga objetos con valor familiar y una colección que ha venido intercambiando con amigos de Nueva Zelanda y Estados Unidos.


No veía a Thomas desde enero de 2016. Ese año, junto a Marcelo Ramos, arquitecto e ilustrador, montamos la muestra llamada Choque de Mundos. La exposición colectiva tenía un toque ‘de todo lado’. Thomas Cruz había trabajado desde la universidad una serie que hacían alusión a insectos, aves y serpientes. Sin pretensiones, la muestra —en conjunto con ilustraciones de espacio y fotografías de arquitectura de Nueva York— salió a la luz un 28 de enero. El trabajo de Thomas contenía cráneos de serpientes y otras especies, hechas en porcelana soportadas sobre talladas repisas pintadas de negro. Tiempo después del Choque de Mundos perdí su rastro. Recuerdo que, luego de ver su trabajo en plataformas digitales, quise volver a contactarlo, pero Thomas estaba en otras coordenadas. Esos momentos había levantado vuelo para Cuenca. Había conseguido un taller y estaba disfrutando de vivir en la ciudad de los ríos.


Hace pocas semanas retomamos contacto. Thomas vivió en Nueva Zelanda. En sus meses fuera de Ecuador, y en su paso por Florencia, cursó una maestría de escultura en cerámica. También vivió algunos meses en Londres. Sin embargo, decidió regresar a Quito para continuar con su producción, visitar a familia y amigos.

Llegué hasta La Mariscal. En un portón con un ave metálica instalada en el ingreso estaba El Útero: un espacio cultural donde se gestan y emergen talleres, intervenciones y propuestas a partir de la autogestión.

Thomas ocupa una habitación de la casona. Los cráneos de cerámica estaban instalados sobre los soportes tallados en madera, al igual que las máscaras tradicionales que adornaban la pared de lo que alguna vez posiblemente fue un balcón.

La mayoría de muebles dentro del taller habían sido diseñados por el artista. Todos cumplían una función y habían sido decorados con increíbles detalles como las garras de bronce de la mesa que soportaba las plantas y otros adornos.

Thomas me contaba que cuando tiene la oportunidad de comprar cosas en tiendas de antigüedades o lugares de segunda mano aprovecha para buscar pequeños detalles que complementen sus colecciones y sus obras.

Un lugar anexo a su taller, posiblemente un gran balcón de la casa, había sido cubierto. Él había traído desde Cuenca un sillón de cuero y una silla con detalles florales quizá pintados a mano.

Las macetas de cerámica combinaban con el mosaico del piso. Habían sido compradas por este artista en alguna tienda de artículos chinos que hay por la ciudad.

Las paredes estaban decoradas con su obra. Los cuerpos de humanos con cabezas de animales cargando calaveras pertenecen a la serie que Thomas mostrará en su siguiente exposición en Londres.

Su obra, caracterizada por la representación de la anatomía humana y la naturaleza, es potenciada gracias a los soportes sobre los que el artista ha desarrollado su obra. Las molduras que Thomas utiliza para sus cuadros han sido cuidadosamente seleccionadas e intervenidas.

En un costado, dos patas de madera soportaban una moldura que estaba siendo tallada por el artista.

La superficie negra estaba cobrando cuerpo y personalidad con su trabajo.

Cuidé celosamente de recordar los detalles. Sin embargo, para no quedarme con los hilos sueltos, Thomas me invitó a su casa. La conexión con las plantas fue inmediata.

Con una hermosa vista hacia Guápulo y un intenso ingreso de luz, junto a la sala y la cocina, un espacio destinado a las plantas: carnívoras, orquídeas y uvas, compartía el ambiente con una obra de Bridget Tyso, amiga del artista, proveniente de Nueva Zelanda. Una colección de fósiles también era parte del sitio.

Me contaba lo importante que llegan a ser sus objetos. En su casa todo podría tener una historia interesante, como la de su familia: colonos de la isla Floreana. Su abuelo militar y padre marinero.

Su madre, nacida en Dorset, estaba retratada en un cuadro al ingreso. Junto a ella, varias acuarelas de su casa en Santa Cruz y una foto de Isabel II. Sentía que más que coleccionismo, el gusto de Thomas está en vivir en un espacio donde las cosas tienen valor.

Varios objetos familiares conseguidos de la Segunda Guerra Mundial o tapices de hermosos bordados traídos de viajes decoran la sala.

Al igual que en su estudio, los muebles fueron diseñados por él mismo, menos la poltrona que fue trocada en Cuenca y fue hecha por un artesano con materiales orgánicos como la totora.

Dos plantas de higo contrastaban con la porcelana china. Repeticiones que creaban patrones con objetos, formas circulares, pieles de serpientes y animales en formol, hacen parte del lugar.

Entre sus libros, una escultura de Howard Taikeff captura la mirada.

La pared de su dormitorio, pintada con un negro profundo, soporta su obra de otros tiempos. Las obras de Amy Blackburn y Bridget Tyson (consecutivamente) se mezclan con las hojas de la plantas.

En su colección, una pareja de Tigua pintada con un estilo similar al de Botero daba cuenta del gusto por preservar.

La experiencia tridimensional dentro de la sala, la había hecho un amigo del artista, Erin McNamara, su increíble trabajo permitía sumergirse y jugar.

La cocina fue ultimo sitio donde estuve, también había sido diseñado por el artista.

Las placas de hormigón estaban firmadas con su sello. Thomas estaba a punto de emprender un nuevo viaje. Con los planes listos para su nueva exposición en Londres, terminábamos el café. Las herramientas de cocina, dispuestas sobre la pared como un patrón de repetición mostrando los objetos sinceros, sencillos. En el cajón: una serie de cucharas de 1920, un oso que servía de 'tirapuerta' y el 'asientacuchara' nunca antes visto.



“El color es una preocupación fundamental para Tom Cruz. Viniendo de las Islas Galápagos a estudiar en Nueva Zelanda, Tom hace referencia a los colores del arte local y popular indígena de su país. Mejor conocidas por su gran número de especies únicas, las Islas Galápagos se hicieron famosas por los estudios de Charles Darwin que posteriormente inspiraron sus teorías de la evolución. El trabajo de Tom recoge el racionalismo de la ciencia natural y lo mezcla con imaginarios exóticos y visionarios. Crea narraciones visuales que exploran la parte más vulnerable de la ciencia de la Iluminación, historias de serpientes que hablan, sirenas que cantan y bestias que caminan sobre sus manos. Estas obras Neo-Románticas son meticulosa y laboriosamente construidas con pequeños puntos de color extravagante.”


Andrea du Chatenier

 
 
 

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