La 'Casa Cruz' es un diamante quiteño
- EDS
- 18 ene 2017
- 4 Min. de lectura
“El espacio es todo, porque el tiempo no anima la memoria”- Bachelard G., ‘Poética del Espacio’
Me gusta entender a la ciudad y su crecimiento. Y para serles sinceros, creo que el barrio La Tola se podría concebir como un sector que tuvo y tiene todo lo que un barrio necesita. A pocas cuadras está uno de los parques más lindos de la ciudad: La Alameda. Servicios como el Banco Central; la primera iglesia de la ciudad, El Belén; y el Palacio Samaniego, actual Teatro Capitol. Propuestas innovadoras para la época como el ultimo piso del edificio del arquitecto Diego Ponce Bueno: La Licuadora (conocida coloquialmente), giraba para conseguir una vista 360 grados de la ciudad. El hospital Isidro Ayora, por ejemplo, una estructura que se inauguró el 25 de mayo de 1951 y que aún sigue funcionando como fue concebido (con sus necesarias reformas). Y así, varios colegios, instituciones públicas y educativas funciona en los predios del sector.

Esta confluencia y su posición geográfica continúa haciendo de La Tola un barrio atractivo, lleno de joyas guardadas dentro de sus paredes.

Hace poco me comentaron que cerca de allí se ubicaba la Casa Cruz, propiedad de un arqueólogo y curador de arte, rehabilitada por el taller de arquitectura +MCMA, a cargo del arquitecto Pablo Moreira. Según el arquitecto la rehabilitación de la casa se trabajó en conjunto con el propietario, se adaptaron los rincones para la contemplación de las piezas del coleccionista: se trabajó entre arquitectura y museografía.
Creo tanto en las causalidades que en una de las clases de fotografía de arquitectura que impartí en la escuela ADA, una chica me propuso producir, a manera de ejercicio práctico, fotografías de la Casa Cruz y así lo hicimos.
Llegamos junto a los integrantes del taller: Andrea, Sarahí y Andrés. La casa ocupaba gran parte de la manzana.

Ahí nos recibió Iván, pasamos el zaguán de la casa (hall de ingreso) y llegamos hasta el patio principal. Su construcción sigue la tipología de casa-patio. Corredores soportados por pilares. Balcones de madera en una intima relación con el vidrio y el metal. Y la pileta central sobre un clásico empedrado.

Mi primera impresión fue la sonoridad del espacio, luego de cerrar la puerta principal se crea un sub-mundo donde todo tiene un porqué.

El patio central, por ejemplo, mantiene un perfecto equilibrio entre las plantas y la piedra, dos elementos naturales que crean un verdadero jardín, pulmón de aire y luz. Al fondo, y enmarcado entre los estilizados cactus, posa en la eternidad inmóvil ‘Baco’, obra de uno de los mejores exponentes del arte escultórico: Luis Mideros.

La primera planta está ocupada por las personas que ayudan al mantenimiento diario de la casa. Una sala de exhibición y venta que actualmente funciona como bodega y el parqueadero. En la segunda planta, los corredores cubiertos por un vidrio crean una atmósfera y guardan en cada rincón objetos de la colección del propietario.


Los espacios como la sala principal, el comedor y la cocina se encuentran separados. Como espacio independiente mantienen una personalidad propia. La alfombra de la sala genera un eterno equilibrio con los muebles, la paleta de las obras y el techo visto.

La cubierta del comedor se compone de un tragaluz desde donde se proyecta una luz cenital. Al fondo está una obra conjunta de Ramiro Jácome y Miguel Varea.

Se acercaba la hora del almuerzo, en la cocina se preparaba una sopa. Posiblemente este sea uno de los rincones más íntimos de la casa. Donde se percibe un compartir habitual. El arco de ladrillo visto genera un espacio más acogedor.

El otro extremo la casa se componía de una antesala, usada como estudio, biblioteca y la habitación del propietario.

Para unir los dos extremos, un balcón de acero y vidrio en el piso permite la visibilidad de las plantas del jardín y se mezcla con la pantalla de duela de pambil que cubre los dos pisos.

Las gradas metálicas con tablones de madera me recordaban a las gradas de la casa de mi abuela. La transparencia de los materiales generan luces y sombras con texturas en las paredes, es el caso de la cubierta del tercer piso, una estructura metálica entretejida con carrizo permite que el espacio se mantenga luminoso hasta horas de la tarde.

Sobre la pared una trilogía de cabezas de la familia de escultores de apellido Jacho de Saquisilí mantienen la mirada fija hacia el sur. La estructura de vidrio y metal invita a salir a la terraza y se convierte en el espacio perfecto para ver caer al sol tras el Panecillo.


La frágil memoria no guarda nuestros espacios. Los lugares son sitios que albergan nuestros recuerdos diarios y posiblemente sea ese un generador de energía que nos motive a vivir. Así como el espacio de Iván, recorreré de a poco abriendo puertas, creyendo en la causalidad del encuentro, para conocer mágicos espacios y guardarlos en el tiempo a través de la documentación.

A continuación, una serie de fotos tomadas por los alumnos del primer taller de fotografía de ADA· Academia de Diseño y Arte:
Andrea Moya



Andrés Sánchez



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