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Artistas urbanos colaboran para aprender

  • EDS
  • 25 jul 2018
  • 3 Min. de lectura

Hace casi un mes, Apitatán pintó un muro en colaboración con el artista español Jay Bisual. Una mañana, cerca de una avenida principal de la ciudad de Barcelona, en el ingreso al mar se encontraron para marcar su paso por la ciudad.



En Barcelona los murales son efímeros. Por eso se disfruta del proceso. Estaba por culminar un gran viaje y la maleta donde cargaba mi cámara se volvía parte de mi cuerpo. Casi era tiempo de regresar, pero en los últimos días se había armado un plan para compartir experiencias. Nada más alentador que llenarse de las vivencias estando en otras coordenadas. Apitatán iba a pintar esa mañana cerca de las olas del Mediterráneo. La escultura Onades (Olas) de Andreu Alfaro me acercaba al mar y me presentaba el ingreso a la playa.

Passeig de Colom, era el punto de encuentro. Antes llamada la Muralla del Mar, era el límite de la ciudad: un paseo planificado en 1880, hoy una avenida transitada de la ciudad vieja. Tras hacer la última y gran caminata, llegué a Jardins de Walter Benjamin, un retiro de la avenida que tenía forma de parque y donde era legal pintar en sus muros.

Apitatán estaba con Jay Bisual (@jay_bisual); un artista que, luego de estudiar diseño gráfico, afianzó su gusto por el cómic y —desde el 2000 o 2001— dio sus primeros pasos con el grafiti consiguiendo hasta ahora formas personales que caracterizan su trabajo.

En Barcelona, los murales son efímeros porque no demoran mucho para que otros artistas los cubran con nuevas formas. Al llegar, los primeros trazos estaban dados.

Descargué la maleta de mis hombros y sentí cómo la brisa llegaba hasta la ciudad, copos parecidos al algodón rodaban por el césped y una gran nube de polen corría con el viento. Era verano. Un abrazo de encuentro en otra coordenada no era una coincidencia. Juan Sebastián Aguirre recorría Europa para pintar en varios festivales de Arte Urbano. Esa mañana había elegido pintar, como en la mayoría de sus días por Europa, pero esta vez sin mucha planificación. Era más una práctica para aprender y marcar su paso por la ciudad puerto.

Una mesa que habían encontrado cerca, al parecer comunitaria, se usó para soportar las latas de pintura. Dos personajes en escena tomaban forma con los trazos.

Era reconfortante, luego del caminar, sentarse bajo la sombra de los árboles a verlos pintar. Personas que transitaban por el lugar también se detenían para ver la evolución del proceso. Trabajaban coordinados pero a la vez concentrados en su objetivo.

En los momentos que se tomaban para mirar de lejos, conversábamos sobre los sitios que había planificado para su gira o los lugares en los que habíamos coincidido estar: su gente, su clima y su comida.

La mesa, antes usada para soportar las latas, esta vez les servía para alcanzar a hacer los trazos en la parte más alta de la pared. El rostro empezaba a tener una gran cabeza con las características de un extraterrestre.

Conversaciones que parecían ser llenas de decisiones se daban cada cierto tiempo entre Jay y Apitatán, mientras las líneas completaban las formas y las formas se llenaban de colores.

Decorados geométricos en su gran cabeza tenían semejanza con las figuras de las venus de Valdivia. Las hojas rompían la formalidad y se convertían en un nexo entre las dos obras. Era una característica del fondo que hacía resaltar los rostros.

Foto registro: Apitatán

Varias personas se detenían para sacar fotos con su celular. El curso del sol había tomado su camino. Un descanso sirvió para compartir un kebab, reír un poco y emprender la ultima caminata del viaje hacia la playa.


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