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Luna Lunares en su jardín de detalles

  • EDS
  • 13 dic 2017
  • 4 Min. de lectura

Majo Rodríguez, quien le da vida a su alter ego Luna Lunares, vive en el barrio de las flores. Una vista aérea al redondel cerca de su taller me lo confirmaba . En La Floresta, la cantidad de jardines y la importancia que se les da a los retiros verdes de las casas hacen del barrio un sitio especial. El redondel, además de ser una espacio de tránsito vehicular, es un parque con una pileta en el centro, allí los transeúntes descansan o confluyen.


Con Majo tuvimos que vernos varias veces para lograr las fotos de su espacio. Las conversaciones siempre eran tan interesantes. La primera vez que la visité decidimos caminar por el barrio conociendo los negocios cercanos a su trabajo. Una zapatería artesanal y una tienda de plantas fueron parte del recorrido. Saludaba con los vecinos y caminaba con seguridad siempre con una sonrisa en su rostro. Una señora en sus setentas que pasaba por la calle cargando una palmera se detuvo frente a la casa donde funciona el taller de la ilustradora. Majo no se resistió a agregar otra planta para su estudio -jardín. Había preparado una maceta especialmente para una nueva habitante. Luego me invitó a comer en un restaurante vegano y entre conversaciones empezó a llover. Al final nunca hicimos las fotos pero la experiencia fue genial.

Coordinamos otro día para cuando la luz del sol realzara su estudio. El clima en esta época del año se pone un tanto frío y los fotógrafos perseguimos a los rayos de sol. Pero había llegado el día y era un momento especial. Crucé todo el garaje, que por sus plantas y flores se parece más a un jardín. Majo comparte el espacio con otros emprendimiento: un taller de cerámica, un café y un restaurante vegano.

El estudio de Luna Lunares es uno de los espacios que más me ha cautivado retratar. Valoro su trabajo y desde hace mucho estaba esperando este momento. Sus ilustraciones están cargadas de equilibrio, expresiones de su alma y de su ser. Cuando llegué, Majo estaba trabajando. Huma, su mascota, descansaba bajo el escritorio. Me confesó que -por mucho tiempo- estuvo buscando los detalles que hacen parte de su espacio. Detalles sencillos pero que tienen un valor especial. Algunos son recuerdos de viajes.

La luz del atardecer entraba por la ventana y se reflejaba sobre las hojas de las plantas que colgaban sobre el escritorio que ella usa para ilustrar y pintar a mano.

De una cartuchera sacó unos marcadores de colores a base de agua que le daban un acabado al dibujo tipo acuarela. En esos momentos estaba trabajando en la gráfica para el Festival Tercera Llamada del 11 al 17 de diciembre.

Majo me contó que cada escritorio tiene una utilidad distinta y está hecho específicamente para un proceso creativo. Sobre el mismo escritorio estaban unas ilustraciones que había hecho para crear texturas para unas telas de la colección de la diseñadora Florencia Dávalos.

El estudio de Luna Lunares es un jardín, las plantas en todos los rincones transmiten calma. Una pequeña jarra de cobre le servía para regar las plantas.


El escritorio blanco junto al sillón habían sido diseñados por la artista. Un cojín traído desde México contrastaba.

Ahí estaban la computadora y su tableta desde donde digitaliza su trabajo.

Unas repisas voladas generaban liviandad al espacio. Un grupo de bebas de colores habían sido encontradas en el taller cuando Majo recién llegó al estudio.

Un conejo en posición de estiramiento ocupaba parte del espacio desde donde la ilustradora contestaba emails y se mantenía en contacto con sus clientes.

El pantone además de ser una herramienta de trabajo, le daba infinitos colores al espacio.

Los libros que adornan el lugar tiene que ver con el color, el diseño y la creatividad. La puerta turquesa combina con las plantas y con las formas infinitas de sus hojas.

Majo se tomó un descanso para mostrarme su patio. Huma, un tanto cansada, salió para tomarse una foto con ella. Un conejo del Perro de Loza, el taller de cerámica, decoraba las gradas de ingreso a su taller.


El perro con cuello isabelino y el ave con un collar de perlas que aparecen en la película de Amelié Poulin decoran el estudio de la artista. Fueron hechos por Michael Sowa y elegidos para la película por su tonalidad de colores.

Un cactus plantado en una maceta de mosaicos resaltaba sobre las paredes blancas.

Al ingresar, Majo se sentó sobre el escritorio armado con caballetes de madera y un tablero de vidrio.

Ese espacio lo usa para realizar trabajos en grabado en linóleo. Aprendió para hacer un arte para una reconocida marca de chocolate ecuatoriano.

Luna Lunares presionaba con una cincel en forma de “V” para crear relieve.

Con su trazo formaba una especie de sello en negativo. Al terminar, colocó tinta con un rodillo y lo imprimió manualmente sobre el papel.

Los rayos de sol habían caído, me había pasado la tarde entera con Majo y Huma y los segundo parecían haber pasado volando. Las nubes habían cubierto al sol y empezaba a llover. Salí caminando sintiéndome completo y feliz.

 
 
 

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