En el mundo de Carmen Lu las manecillas del reloj giraban para el lado contrario
- EDS
- 15 nov 2017
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Almendra, una gata que adopté y llegó desde Quinindé me acompañaba esa tarde. Transitábamos por la calle que recorre todo el barrio de Guápulo. Hacía bastante frío en la ciudad y parecía que la bruma no tardaba en nublar las casas y edificios que se encuentran en la ladera de la montaña. Había quedado con Lu (@kurikitakati) en juntarnos para conocer su taller. La referencia principal era la Iglesia de Guápulo. Siempre es lindo cuando alguien te dice que vive en Guápulo. Sabes que seguramente habrá una linda vista y muchas plantas.

Unos metros antes de la Iglesia me esperaba en la puerta de su casa, me ayudó a parquear sobre la pequeña vereda de la empinada calle. Bajé mi equipo y me despedí de Almendra por unos minutos. En ese momento llegaba gente a la casa en busca del padre de Lu.

Me invitó a pasar. La casona impacta a primera vista. Los detalles en los rincones le otorgan sentido al espacio. En el techo una cruz cuencana. En la cocina, Oswaldo, el padre de Lu hervía higos con azúcar.

El tradicional plato –higos con queso- pero con algunos ingredientes cambiados. Parecería que era una receta familiar pues según Oswaldo, el aspecto de los higos luego de su cocción mantenía su color verde. Junto a un ayudante, la cocina era el espacio de encuentro.

En una esquina un libro abierto contenía recetas cuencanas particulares y elaboradas. En un pequeño hall continuo a la cocina, colgaban de las paredes algunos cuadros de Oswaldo.

En particular llamó mi atención la letra en alto relieve de ‘Canción última’ de Joan Manuel Serrat, poema de Miguel Hernández. La letra estaba en monocromático. Amablemente Oswaldo me comentaba sobre las cosas que que decoraba su espacio. De todo el lugar resaltaba una colección de afiches elaborados para la FEUE cuando había sido parte de su organización y proceso. Antes de salir al patio Oswaldo, catedrático, pintor, arquitecto y un ser con gran sentido del arte y la expresión, me planteó el concepto de arquitectura mestiza. En particular me comentaba que estábamos habitando una construcción que se aleja del modernismo para resguardar amasados detalles arquitectónicos que vuelven a su casa en un sitio peculiar.

Lu me llevó al patio de la casa. Cruzamos un pequeño huerto y bajamos a través de un jardín de lavanda hasta un hermoso bosque de grandes árboles endémicos.

La mayoría de ellos eran patrimoniales y lucían sus placas otorgadas por sus características y edad.

Desde ahí levantando la cabeza se podía ver en contra picado la edificación como una pequeña villa de otro siglo.

A un costado del jardín, pegado a la montaña y como una construcción relativamente nueva se encuentra el taller de Lu que lo comparte con su padre. Inti su perro nos acompañaba, en el taller nos quedamos conversando por un largo tiempo. Es un sitio que aun no tiene luz eléctrica ni internet.

Un caballete soportaba la ultima obra que estaba pintando Oswaldo.

Al fondo del escritorio de Lu, pegado en la pared se encontraba el boceto. La conexión existente a lo largo de la vida, ahora en el propio espacio, un taller compartido parecería haber generado el estilo que Lu le ha dado a su trabajo.

Hace pocos días Lu había hecho su primer cuadro con las direcciones de su padre. Recuerda siempre haberle acompañado mientras él desarrollaba su trabajo. Tenía pruebas de eso.




Unas hojas recicladas de un anuncio de una casa de venta en Otorongo (Cuenca), le había servido para garabatear sus primeras ilustraciones. Recordaba la trágica historia del pavo al que dibujó para luego ser cocinado en una navidad. Lu y su familia llegaron desde Cuenca hace algunos años y habitaron la casa.

Me comentaba que mucho de su trabajo esta inspirado en Disney. Especialmente en la película del Rey León.

La creación de personajes y 'backs' para series animadas le mantiene gran parte del tiempo ocupada.

Detalles como muñecas de las cajoneras y herramientas para pintar crean la atmosfera del lugar.

Lu me mostraba publicaciones de sus ilustraciones en revistas y libros de tiraje latinoamericano al que había llegado a través de una convocatoria.


Esta vez para ilustrar parte de El Principito. Abrió sus boceteros para mostrarme su trabajo, sin embargo, prefiere comprar resmas de papel bond para dibujar.

Las facciones exageradas muchas de ellas geométricas se asemejaban a algunos cuadros que había visto adentro de la casa. Lu caracteriza a lo personajes con la trama de las líneas, para eso usa un lápiz 2B con la punta bien cortada.


Usa los lápices casi hasta acabarse y hasta entre sus herramientas tenía un porta lápiz para darle su utilidad casi hasta el final.

Me confesaba que era amante de los video juegos y que gusta del animé.

Salimos al jardín y Lu me llevó a conocer la casa. Parte de la casa se mantiene alquilada a través de Airbnb. Entramos por
una pequeña sala que conecta con el jardín al comedor.

En ella cuelgan de las paredes la colección de mujeres desnudas de Oswaldo, también una cesta de algodón y un cuadro del artista cuencano Luis Moscoso Vega.

Una virgen perteneciente a la santería limeña hecha de papel adornaba la sala, al igual que una máquina de coser Singer de la abuela decorada con una corona de flores de papel hecha por la hermana menor de Lu.


A continuación de esa sala estaba un largo comedor que lo usan diariamente.

Sobre la chimenea una colección de pequeñas figuras representan a la Banda de Pueblo tradicional y al otro costado un telar de pedestal espera su tiempo en restauración. Una serie de bodegones de 1987 también hechos por Oswaldo adornan el espacio.


Las flores de origami que adornan el espacio comparten con uno de los últimos cuadros hechos por Oswaldo que representa el pase del niño, con un trazo bastante prominente y en un formato grande.

Junto al comedor, una pequeña antesala se abre hacia el jardín Andalúz.


La pileta de piedra en el centro y un hermoso mosaico en el piso contrastan con el blanco y el azul de paredes y puertas. El mosaico de baldosas hidráulicas, había sido hecho especialmente para la casa cuando la familia la adquirió y fue hecha por un artesano cuencano.


Un tótem y una piedra de mármol blanco traídos de Cuenca hacen juego con un toro encontrado por Ximena, la mamá de Lu de un viaje por Guatemala.

Subimos las gradas. En el hall principal una serie de cuadros de Oswaldo en paleta de azules con expresiones geométricas llama la atención. El espacio distribuía a la habitación principal, a la sala de la casa y a un pequeño estudio donde la mamá de Lu trabajaba.

La sala estaba siendo modificada por la llegada de las fiestas navideñas. En un rincón un pesebre del escultor cuencano Antonio Alvarado junto a un niño vestido con alpargatas y poncho. En otra vitrina una colección bebes de porcelana era herencia de la bisabuela de Lu. En ese momento Ximena se acercó a enseñarme los trajes que tenía para el niño del pesebre.

Lentejuelas incrustadas en pequeños paños bordados, conformaban todo un closet para vestir al niño dependiendo de la ocasión. El ambiente religioso en la sala estaba dado por un cuadro sobre la chimenea. Un original de “La Virgen de la Nube” un cuadro que había sido traído de Cuenca pero como coincidencia formaba parte de un altar de la Iglesia de Guápulo.

Para hacer equilibrio y justo frente al mismo una obra pintada por Oswaldo usaba el simbolismo religioso de la anunciación para describir a una virgen indígena desnuda.

El reloj de la abuela giraba al contrario de las manecillas del tiempo.

Salimos a una terraza desde donde se divisa el jardín el cielo se había aclarado.

La hermana menor de Lu, María Laura, tomaba fotos de pájaros, pues hace pocos segundos su madre había visto un par de carpinteros en las copas de los árboles. Me contaban que desde la terraza a la noche se podía ver lechuzas y quilicos en los árboles centenarios.

El sol había salido junto a la pileta del patio trasero un horno de leña era el protagonista, las sillas Acapulco de los años sesenta hacían juego con los colores de la casa.

Estábamos en el patio con la Palma Real más alta de Quito una especie de palmera que crece en la altura. Parecía que el tiempo había retrocedido, el clima con sol de medio día, casi era la hora del almuerzo y Almendra esperaba en el auto.
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