Árboles de olivo con torsiones humanas
- EDS
- 4 oct 2017
- 3 Min. de lectura
Manejaba por la Av. Occidental. Había puesto a mi gata Almendra sobre mi hombro para que me acompañara esa mañana. Estaba por acercarse el medio día, y había acordado con Jorge en visitar su taller. Viajar por la Av. Occidental personalmente me crea un recuerdo del trazado de nuestra ciudad. Una avenida limite, perimetral. Actualmente se ha convertido en una vía más de la ciudad. Sus alrededores se han poblado, los pasos a desnivel y peatonales se han vuelto necesarios. Se ha congestionado, se ha habitado más de lo normal. Las laderas de las montañas han crecido sin ningún control creando un patrón desordenado. Las nubes grises sobre el Pichincha anunciaban las posibles lluvias por la tarde. Estamos empezando una época del año que el sol carcome la piel por la mañana y la lluvia nos estila de un segundo a otro.

Tenía que llegar casi hasta Pomasqui, en uno de esos grandes conjuntos habitacionales junto a la vía vive Jorge. Cada vez más cerca de su casa el clima se volvía más seco y caluroso. Jorge estaba esperándome en la puerta. Hasta poder ingresar charlamos un sobre la serie de árboles que Vargas Nolivos había dibujado, motivo por el que había llegado hacia él. Un auto salió del conjunto y permitió que rápidamente ingresara. Llegamos hasta su casa. Bajé mi cámara. A lo lejos el ladrido de varios perros me hacía saber que Jorge vivía acompañado. Me había contado que en el verano había visitado a su padre en Mallorca, España. Donde había aprovechado para producir su serie inspirado en los olivos de los campos de esa ciudad.

La casa la comparte con su madre, hermanas y su prima pequeña que ese momento nos acompañaba. Vargas Nolivos me había dicho que su taller era su propio dormitorio.

De entrada el ‘Cesto con frutas’ de Carvaggio saltaba a la vista. Las sombras se habían perdido en ese intenso fondo lleno de luz.

Mientras retrataba con mi cámara un ojo que el artista había pintado sobre vidrio, Jorge y su prima se relajaban y jugaban con sus mascotas.

Se sentía un ambiente muy familiar. Sobre la mesa un pedazo de una patineta vieja había sido pintada con una mirada expresiva.


Los viejos juguetes revelan la infancia.

Sobre el escritorio se encontraba una figura cubierta con plástico negro, se trataba de otro ejercicio práctico para la universidad.

Jorge me comentaba que se cansa mucho de ver sus propias obras por lo que la gran mayoría no se encuentran expuestas. De un bocetero sacó su serie de árboles y las puso sobre el escritorio. Al fin los pude ver en vivo.

El árbol representación de fuerza, grandeza y sabiduría cobra personalidad con los movimientos que le había otorgado Vargas Nolivos.

Sobre la cama Jorge sacó con cuidado varios trabajos y ejercicios que había realizado a lo largo de su carrera.

Su prima miraba detenidamente mientras yo desde un ángulo cenital intentaba documentar el momento.

Junto a su armario varias manos esculpidas en diversas posiciones daban cuenta de que Jorge había probado los campos de la escultura, y le gustaba.

Levantó la bolsa negra que cubría el busto de una mujer. Según el artista estaba casi terminada pero lo que más le había costado era darle forma a su oreja.

Miraba detenidamente su obra mientras yo buscaba en mis fotos el mejor ángulo que le otorgara expresión a la mujer estatua.

Su expresión y los detalles conectaban a los varios estudios anatómicos que Jorge me había mostrado en sus ejercicios y a las interesantes formas que habían tomado los olivos de su última serie.

Una patineta colgaba en el lateral de su escritorio, le pregunte se sabía usarla, Almendra me esperaba un tanto agitada por el sol. Salimos un rato al parque.

Comentarios