Los surcos de la memoria representados por Dario Caiza
- EDS
- 17 ago 2017
- 3 Min. de lectura
Estaba ocurriendo un hecho importante en cuanto a la astrología. La luna aparecía más brillante que de costumbre. Esta ocasión también venía acompañada de un eclipse. Las señales de soltar lo in necesario, lo in existente, lo que no nos pertenece eran totalmente claras. Había subido hasta la montaña para sentir nuevamente mi corazón explotar. Pasábamos por una época que nos obligaba a re plantearnos. Época para re inventarnos.
Había hecho una lista y contactos para llegar a nuevos espacios. A través de redes sociales conocí a Dario Caiza, un estudiante de artes plásticas de la Universidad Central. Según sus indicaciones tenía que dirigirme hacia la vía Oriental, la carretera que cruza la ciudad. Tenía que llegar al barrio Monjas y la mejor opción fue encontrarnos en una esquina transitada. Yaguachi y la que cruza. Subió a mi auto y charlamos en el trayecto.
Dario me guiaba, transitamos confluidas avenidas de la ciudad. El paisaje iba cambiando.

Un bosque protegido era la entrada al barrio del artista. Según Dario ese espacio estaba destinado para multifamiliares pero nunca fueron construidos. Parecía un pequeño pulmón entra la ciudad y el barrio de Monjas. Concordamos entre todos que podría ser un increíble parque.

Ya en Monjas, la topografía permitía ver la conformación del barrio. Pasamos a su casa. Lo primero que impresiona de su taller es la vista. La altura permite apreciar el cañón del Machángara y la autopista que va hacia los valles y el sur de la ciudad.

Una especie de patrón se forma con las fachadas de las casas. A partir de esto se podría definir una estética que se repite en varios lugares de Quito.

Una gran ventana y techo de vidrio permitían el ingreso del sol, una replica de Pollock se secaba sobre una mesa. El proceso de secado tardaba, Dario pasaba su mando sobre el lienzo.

La obra le habían encargado tras realizar otros trabajos completamente distintos a éste. Según el artista lanzar pintura al con una brocha requiere de un proceso, y características como la carga de pintura, entre otras cosas. Me confesaba que se había revisado varios videos de Pollock mientras pintaba.
Mientras charlábamos llegó su madre saludamos y me hizo sentir el apoyo a su hijo en su carrera del arte. Dario a parte de estudiar trabaja en un albergue San Juan de Dios enseñando a dibujar. Me comentaba la relación de en cuanto al comportamiento entre las personas de la tercera edad y los niños. También sus extremas diferencias. Decía que muchos se rehúsan a seguir sus indicaciones y simplemente se dedican a rayar con libertad.

Caminó hasta una mesa esquinera y de una carpeta sacó los dibujos, ordenados: por personas, por ejercicios. Me quedé un largo rato viendo eso. Dario estaba produciendo una obra, ejercicio de la universidad, según él tenía algunos errores que aun estaba por corregir.

Cerca de su espacio donde pinta se encontraba una obra que había sido hecha para una clase de cerámica.

Se trataba de una serie de piezas de cerámica pegadas y pintadas. La luz reflejaba en los vidrios la luz del sol contra un par de cuadros que se encontraban al fondo de su espacio. Unos óleos de retratos hiperrealistas de sus alumnos.


Dario les había sacado una foto y con todos los detalles posibles los replicó. Sabía sus historias.

Me había dado las vueltas por todo el sitio, antes de irme me habló sobre el truque, se acercó hasta un cuadro que había producido hace pocos meses, se trataba de un autorretrato.

El corazón estaba cargado de detalles, explotando así como la geometría de otros trazos. En mi regreso me topé con un patrón que no veía hace mucho como una especie de eclipse de la memoria una serie de ladrillos listos para cocinarse me daban la despedida.

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