Los espacios de Guayasamín permanecen intactos en el tiempo
- EDS
- 22 feb 2017
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Hace unas semanas, mientras se desarrollaba en Quito el performance de la artista Gema Álava, una sinergia rondaba por la ciudad. Gema había agrupado a los participantes de su obra y había acordado con dos fotógrafos para la documentación de la misma. Los documentalistas acompañaban a la artista en todo el recorrido, retratando -segundo a segundo- las expresiones de ‘Trust Me’. El cierre del performance se dio, coincidencialmente, con una mesa redonda en el taller del artista Oswaldo Guayasamín (1919 – 1999). Era la primera vez que la Fundación Guayasamín abría las puertas del taller del artista para realizar una mesa redonda en la que se charlaba sobre el despertar sensorial.
Son las sincronías, las coincidencias, hechos que nos suceden en el momento y en el lugar donde debemos estar. Una de las chicas que documentaba la obra de Álava era Leslye Guayasamín, responsable de comunicación de la Fundación Guayasamín y sobrina- nieta del pintor, con quién conversamos por un largo rato sobre proyectos varios, uno de ellos retratar la Casa Museo de Oswaldo Guayasamín y la galería donde se guarda parte de su colección, La Capilla del Hombre.
Era una mañana soleada, el característico clima de Quito ambientaba mi entrevista con el arquitecto Handel Guayasamín, sobrino del artista Oswaldo Guayasamín. Había leído sobre su trabajo y un par de veces había estado en uno de sus edificios.

Entré por el gran portón de madera, el arco de medio punto se repetía por doquier, el arquitecto me esperaba sentado en una banca junto al patio central, nuestra conversación se enfocó básicamente en su relación con el lugar.

Handel, me comentaba que su padre, Gustavo Guayasamín Calero, fue parte de la construcción en conjunto con el pintor. La casa, construida en los setentas, se convirtió en una pieza importante para la época, pues rompe los parámetros del modernismo, corriente que estaba en auge, para destacarse por sus características únicas. Este conjunto arquitectónico se complementó en años posteriores con la construcción del Museo Capilla del Hombre

Imaginaba, mientras Handel me describía sobre la construcción de la casa, lo importante que tuvo que ser para el artista que el espacio satisfaga totalmente sus necesidades. Para ese momento, Oswaldo había triunfado internacionalmente y pasaba por un gran momento de su carrera, su obra era de grandes dimensiones y, para eso, necesitaba amplios espacios donde crear e inspirarse.

La casa de amplios jardines tiene una galería que enmarca el patio central, al fondo la pared de piedra genera una textura que contrasta con el blanco de las paredes,

las nubes pasaban y el ingreso de luz por los arcos de medio punto generaba fuertes sombras.

Luego de mi conversación con el arquitecto, era imposible no fijarme en todos y cada uno de los detalles que describió en cuanto a las características arquitectónicas. La galería, por ejemplo, que enmarca al patio central, se convierte en un fresco espacio de tránsito y a su vez en el corazón de la casa.


En el sitio que antes se destinaba para lo huéspedes ahora están las oficinas administrativas, rampas y accesos se adaptaron para lo que alguna vez el mismo artista quiso hacer: convertir a su casa en un museo. Handel fue el encargado de hacer todas estas adaptaciones para que el público pudiera entrar y disfrutar de toda la colección que el artista hizo a lo largo de su vida.

Pero antes de caminar por el interior de la casa, Handel me indicó desde una parte alta como se conforma este conjunto de edificaciones. Desde el patio posterior, junto a la piscina y con una maravillosa vista de Quito, observamos detenidamente el complejo que comprende La Casa Museo, La Capilla del Hombre y una nueva edificación que se encuentra en construcción y que guardará obra del artista que por motivos de espacio ha permanecido embodegada.

Un gran cubo que revela una sencillez innata de la arquitectura prehispánica, geométrica y limpia fue la primera impresión que me generó la Capilla del Hombre obra que le fue designada a Handel por su tío Oswaldo Guayasamín.

Luego de quedar claros en los créditos de esta obra, su concepción por parte de Oswaldo Guayasamín y su construcción por parte de Handel Guayasamín se emprendió el proceso de concepción y construcción del mismo.

Grandes rampas son la conexión topográfica entre el casa y el museo, por fuera un cubo de piedra totalmente limpio le otorgaba a la estructura su característica escultórica.
La cúpula que se levanta hacia el cielo es, sin duda, la protagonista de la fachada y tiene en su remate una cruz en cristal que señala los puntos cardinales, dándole importancia a su ubicación similar al de un templo Inca.

La obra, por su configuración, posee un orden geométrico perfecto, con un eje axial que ordena la estructura. Refiriéndose a la cosmovisión andina, ese mismo eje axial une el suelo con el cielo, haciendo oda a la dualidad que se encuentra arraigada en nuestras raíces andinas, la espiritualidad entre lo divino y lo terrenal.
Es importante cumplir y plasmar los sueños, creo que ese es el legado de Guayasamín, ese artista que soñaba con vivir 200 años. En todo el espacio se sentía su aire, desde su gran portón, cuadrado lineal y sin alegorías.

El piso de madera reflejaba la luz de las grandes obras que se encuentran en el nivel tierra. Los ‘Rostros de América’, ‘La familia’, entre otras obras, hacían alusión al realismo.

El ambiente se sentía ligero y la energía me atraía al núcleo del sitio, un pasamano de madera en forma circular generaba el paso visual y permitía el ingreso de luz cenital entre el cielo y el inframundo.

La cúpula fue pintada por el mismo Guayasamín, en alusión a la comunidad boliviana de Potosí, un lugar donde se extraía el metal de la plata y donde habían cientos de esclavos que nunca pudieron ver la luz. Por esa razón tituló a su obra 'Potosí en búsqueda de la luz y la libertad´.

Leslye guió mi recorrido, los ingresos de luz cenital genera espacialidad.

En el subsuelo se concentraban las obras más impactantes, denominadas por el mismo como ‘La Edad de la Ira’ una colección que exponía la tragedia, el dolor y la tortura, de los pueblos y comunidades latinoamericanas avasalladas por las dictaduras y la desigualdad.

Un gran mural de un toro peleando contra un cóndor era el fondo de la 'Llama de los derechos humanos y la paz'. Entendiendo a este mural como los animales representativos de Europa y América en una total lucha, el sincretismo y mestizaje que nos trasciende como ecuatorianos y como latinoamericanos representadas en dos grandes fuerzas animales. Definitivamente, La Capilla del Hombre está concebida como un espacio de meditación, de reflexión es un sitio acogedor que se configura en su museografía como un cubo perfecto sin ventanas que nos separa de lo real con una puesta no lineal, alcanzando transmitir la energía circular y cíclica.

Luego del recorrido, bajamos hacia un pequeño jardín. Ahí fueron encontrados, el 10 de marzo de 1999, el mismo día que falleció Guayasamín, los restos de una comunidad que se asentaba en la Loma de Guangüiltagua, de al menos 1000 años de antigüedad.


Regresamos hasta los jardines de la casa donde, junto a la piscina, descansan dentro de una vasija de barro los restos del artista Oswaldo Guayasamín y de su gran amigo Jorge Enrique Adoum.

Me imaginaba que -cuando vivos- habrían estado charlando entre los eucaliptos del jardín y los arcos de medio punto que adornan la primera planta de la casa.

Seguramente esas grandes reuniones donde se compartía la música, el pasillo, tango o el flamenco géneros favoritos del artista y la comunión entre los artistas y las paredes de estas amplias áreas sociales, adornadas por una importante colección de arte colonial que celosamente se encuentra resguardada en varios rincones de la casa.

Aunque Oswaldo no era religioso, valoraba esta piezas posiblemente por su detallado trabajo, siendo los lugares más sociales donde las colocó.

Desde el interior los detalles arquitectónicos eran visibles, techos inclinados recubiertos de madera, escaleras en forma de caracol y chimeneas en varias áreas generaban un clima acogedor. Los arreglos de flores secas eran los preferidos de Oswaldo.

Obras pictóricas recolectadas de sus viajes por el mundo llenaban gran parte de las paredes.

Una biblioteca llena de arte se entremezcla con una colorido colección de máscaras.

Varias de sus libretas aún estaban abiertas guardan frases trascendentales e intrínsecas de su obra.

La parte privada tenía una antesala como recibidor. En el cuarto principal una sala de descanso con sillones de cuero y arañas de cristal contrasta con los muebles rojos de descanso.

Posiblemente el mobiliario para Guayasamín era sumamente importante una baúl con tallado japonés se encontraba junto a su cama.

Muebles de varias épocas conviven en equilibrio.

El walking closet era otro espacio que aún guarda su aire, nada del artista fue removido, posiblemente por eso la sensación de que Oswaldo sigue habitando el espacio.

El baño es el lugar que más me llamó la atención, con una vista increíble al jardín los momentos privados seguramente hayan sido los más inspiradores.


Era momento de visitar el espacio más importante: el taller del artista.

La altura del techo permitía colocar un graderío para que el artista alcance a pintar sus obras, el retrato de Mercedes Sosa y de Paco de Lucía se encontraban resguardando el lugar.


Algunas de sus paletas y óleos permanecen tal cual el artista los usaba. Me había quedado cuatro horas recorriendo su espacio, agradecí a Handel y antes de salir pensé que hasta que el retumbar del tango siga vivo por las paredes y las flores secas no se marchiten, el alma del artista nunca morirá.
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