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Bailarines se deslizaron por el espacio flotando como gacelas

  • EDS
  • 13 feb 2017
  • 3 Min. de lectura

Estaba en el Palacio de los Espejos. Sofía Barriga Monteverde, bailarina de 36 años, me invitó a verla a ella y a sus colegas en escena. Era jueves 9 de febrero. Mientras ella jugaba con mi cámara, otros cuerpos volaban por los aires. Sentía la mirada fija de varios bailarines que practicaban para el estreno de ‘La Consagración de la Primavera’, una adaptación del clásico ruso presentado en mayo de 1913, en la que la protagonista es una doncella raptada a inicios de la primavera muere bailando.

Posiblemente, el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura sea uno de los escenarios más grandes en el que he estado. Los corredores pintados de azul guardaban apiladas las escenografías de otras obras.

“Por allá es el camerino” me dijo Sofía. Decidimos ir hacia el escenario, era momento del ensayo, las cuerdas de los violines y el resonar de los trombones estaba reactivo. Saltamos algunas maletas que estaban en el piso, la mayoría de bailarines había empezado a estirar.

Sofía me dejó libre y se fue a bailar. La compararía con una gacela, cuando luego de sus saltos, alcanzaba su vista a mi lente.

En los corredores la elegancia de los trajes negros con corbatín se reflejaba en los instrumentos musicales.

El soplido de los vientos y el movimiento de las cuerdas daban pie al inicio de la obra. Los bailarines se abrazaban antes de salir.

Se abrió el telón.

Contacto visual, explosión de sonidos, contacto corporal, cuerpos en movimiento, músculos activos, fuerza, valor, técnica y gran desarrollo sensorial.

Eran demasiadas emociones en contacto sobre un escenario. La directora de orquesta daba la señal, la música llenaba el ambiente, lo armonizaba.

Los estiramientos moldeaban los cuerpos, músculos tensionados, totalmente activos, intensas reacciones faciales expresaban la explosión energética.

La danza se convertía en la vida de estos personajes que representaban momentos de cotidianeidad sobre el escenario.

Con sus movimientos coordinados, daban muestra de cómo un ser humano puede reinventarse.

Los sonidos se intensificaban. La Orquesta Sinfónica era dirigida por una hechicera que utilizaba la música para hipnotizar y elevaba cada vez más la tonada para trastornar los cuerpos sobre el escenario.

Los bailarines lanzaban las sillas por los aires, parecía ser la puesta de una gran fiesta.

Los momentos de teatralidad se desarrollaban a través de toda la obra. La evolución del personaje principal conmovía.

Asediado por varias circunstancias, entraba en una lucha continua, al perecer un trastorno de personalidad múltiple, que era representado por los bailarines.

La adaptación de la obra original rusa difieren con la del director Jorge Alcolea con este detalle: la chica raptada a inicios de la primavera que muere por bailar hasta el cansancio se transformó en un joven que -asediado por la cotidianeidad- termina metiéndose un tiro.

El final fue bastante dramático, el último compás de la Sinfónica sonó, los aplausos no pararon hasta que el cuerpo de baile dio la venia final.

Se cerró el telón. Los bailarines volvieron al camerino, y reinó el silencio. Quizás porque después de una descarga tan fuerte de energía era el momento de interiorizar todo lo que había sucedido.

La comunicación corporal es seguramente de las artes más armoniosas.

El movimiento de un elemento de carne y hueso que desfoga energía a través de la expresión. La danza es entonces una manera de comunicar un mensaje usando el cuerpo sencillo y sin pretensiones, totalmente claro y esencial.

Esa mañana confirmé que la danza posiblemente vuelve a los bailarines en seres mucho más conectados a la tierra, más activos e intuitivos activando su lado animal. Volar por segundos y confiar en que a su lado hay alguien que esta trabajando constantemente.

Definitivamente como Sofía, todos los bailarines son seres que se toman el espacio y lo convierten por segundos en grandes representaciones de nuestra realidad, como un espejo de nuestra alma, que depende de cada uno de nosotros el levantar la vista y mirarnos en el otro.

Agradecimiento Especial:

Directora:

Josie Cáceres

Coreografía:

Jorge Alcolea

Bailaron:

Darwin Alarcón Fabre

Sofía Barriga

Cristina Baquerizo

Vilmedis Coba

Fernando Cruz

Camila Enríquez

Zully Guaman

Marcelo Guaigua

Andrea Jaramillo

Sisa Madrid

Franklin Mena

María José Núñez

Vanessa Pérez

Oscar Santana

Yulia Vidal

Catalina Villagómez

Eliana Zambrano


 
 
 

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