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Irving Ramó, amor por lo visual

  • EDS
  • 28 dic 2016
  • 2 Min. de lectura

Muchas veces parece que existen claros déjà vu, y como diría Cerati quisiéramos retener miles de momentos de placer y recuerdos. Personalmente diría que este año estuvo lleno de recargas y transferencias de energía. Para culminar con el 2016, Irving concretó la invitación y llegué hasta la calle Muros.

Una casa de lo setentas me traía recuerdos de otras épocas, momentos antes vividos. Esa sensación de volver a habitar es una de las primeras impresiones que me provocó su espacio.

Espejos de agua con detalles en duela de madera decoran la fachada de ésta. Los colores parecen sacados de una paleta de Ramó.

El ultimo piso se convierte en el espacio compartido de varios artistas, las áreas sociales son compartidas y las habitaciones han sido adaptados para ser talleres y estudios privados.

Mi visita al estudio de Irving venía siendo un pendiente desde mediados de año, sin embargo, entendía que Ramó buscaba ante todo la sinceridad entre su arte y personalidad. Los espacios tanto como las personas son sitios de continuo cambio, esas horas que estuve en el estudio del artista, se movieron muchas cosas.

Sus referentes, por ejemplo, estaban regados en el piso y se iban ubicando de a poco en los rincones del lugar.

Una gran repisa guarda el arte del video “Amor inalámbrico” de la banda Swing Original Monks, más abajo varios libros, entre ellos el de Carvaggio.

Un pequeño cuadro de La Geoconda geométrica intervenido por el artista cuelga del librero.

Sobre un caballete una obra en proceso es parte de la serie que Irving ha estado desarrollando a lo largo de este año: “Signes”, una re interpretación de la simbología usada por culturas precolombinas de la costa ecuatoriana.

El claro/oscuro, más la expresión y la codificación de los signos, hacen de su arte una gran experiencia visual. El uso de varias técnicas dentro de un solo cuadro generan sensaciones distintas.

La versatilidad de Ramó le ha permitido exponer sus cuadros por el mundo, el uso de soportes fáciles de transportar le han llevado a montar sus piezas en varias galerías del mundo. Esos mismos cuadros estirados por todo el piso de su taller son parte de una decantación por el gusto visual. Ser contemporáneos me permite entender la cantidad de información visual que le llega segundo a segundo al artista, Irving y su amor por lo visual, le ha permitido tamizar de la mejor manera la información y crear su espectro y entorno.

Una hermosa paleta de colores es acoplada a cientos de bocetos que el artista ha desarrollado a lo largo de sus viajes, muchos de ellos ya aplicados y expuestos.

Junto a su computador, objetos inspiradores como el cuadro de La Suerte acompañan a diario el trabajo del artista.

Este año estoy convencido en las causalidades, creo que la transferencia de energía con Irving es inspirador, frente al ventanal y sentado en una hamaca, el café estaba a punto de terminar. Nos despedimos, bajé las gradas de su estudio y me quedé con sus signos, su geometría y sus colores. La cabeza a punto de explotar, totalmente lista para el 2017.


 
 
 

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