Mango Margarita, desde su gran nave espacial
- EDS
- 16 nov 2016
- 2 Min. de lectura

Bajé la ventana del auto para sacar una foto a las nubes, no hace mucho existe una búsqueda de la forma a través de esas interesantes composiciones que se producen con el reflejo de la luz. Siempre todas y cada una tan distinta.

El destino estaba cada vez más cerca, Cuenca, la ciudad que se ha encargado de convivir junto a sus ríos y posiblemente una de las únicas poblaciones en el país que no ha vuelto a sus ríos en grandes cañerías. Es tan lindo que cuando conocí a Mango Margarita recuerdo como fluyen los ríos, al igual que las energías.


Esta vez había llegado con Ana La Pelota Humana, hasta donde Mango, es muy cómodo estar en otra ciudad y sentirse como en casa. Una explosión de color transmitía alegría. Doblar papel y crear espíritu y esencia, crear y dar forma al papel, es parte del arte de Mango.

La lámpara y la estrella contrastaban con el resto, a manera de una colorimetría inversa, empezaba a pensar que Mango había llegado hace algunos años en una gran nave espacial.

En el cuarto contiguo una especie de laboratorio con olores y colores intensos, eran parte del laboratorio de jabones de su madre.


Un cuadro de Mango adorna las gradas, a manera cíclica y como una artista inspirada en la vida seguramente ha retratado los espejos de varias almas.

Ya en su estudio Mango nos mostró en los libros de donde inspira su creación, siempre otorgándoles valor agregado a sus objetos.

Esta hermosa espiral era la nueva vincha de Ana La.

Las piedras mágicas y los colores de las ulas hacían juego, Mago también se dedica a entrelazarse con hermosos movimientos a tierra.


Luca, su hijo, veía la tele mientras nosotros conversábamos, antes de nuestra llegada, había hecho un trato con Mamá y no interrumpió en ningún momento. Para Luca soñar debe ser buceando con hermosos seres coloridos. Mango había pintado la pared de su habitación.

Antes de irnos, Luca y Mango prendieron una lámpara led que llamó mi atención. Nos despedimos, pero por poco tiempo, fue hermoso ver la noche en el Parque Calderon comiendo dulces cuencanos o tomar un jugo de sandía al filo del río, a la final, con Mango todo fluye, así como todos sus ríos.

























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