Tomas Carpio, objetos con alma

Como sacado de una historia de Márquez, con personajes mágicos e inspiradores, me recibe Tomás en su casa. Parecería que el artista decidió aislarse del ruido de la ciudad para absorber inspiración de contactos más profundos. Sin embargo, no es el caso de Carpio, por cuestiones de la vida luego de emprender un viaje Cuenca-Quito llegó hasta las faldas de la montaña para contar la evolución de su arte.

Los seres mágicos que protegen los espacios se encuentran inmóviles en los jardines. El silencio, contrastado con el sonido del agua, crean un ambiente relajado en nuestra conversación.

Compartiendo una cerveza, nos envolvemos en un vaivén de ideas. Noto esas ganas de crear e imaginar, comenta sobre los proyectos que están por venir: un colectivo de artistas que se ha organizado para armar un galpón con el fin de experimentar, como él las define, “sus locuras”. Un taller comunitario y una próxima exposición son parte de los proyectos más próximos de Tomás.

Con una rápida explicación sobre el proceso de creación de un arte objeto en arcilla, el artista me transmite de manera coloquial la trascendencia de su trabajo. Ancestralmente superficies que guardan saberes de pueblos originarios son la base de una evolución hasta nuestros días, una mutación que no se ha desapegado en su totalidad de funciones básicas como las piezas utilitarias.

“Objetos útiles” es el tópico de su siguiente exposición. Una serie de cuencos y retablos decorados con animales mágicos, plantas y frutas que se relacionan directamente entre los elementos vivos y los alimentos que estos objetos contendrán.

El porche de ingreso a su casa es parte del taller del artista. Sobre la mesa, una batea lisa va tomando texturas espiraladas, una firma que se ha repetido en varias colecciones del artista y que me recordaba el “número áureo”.

Cae la noche y entre arcilla fresca, seca y modelada me despido de Tomás, su arte y su espacialidad.